lunes, 28 de octubre de 2013

Colega, ¿dónde está en mi bici?

Volvía a casa tras un buen aperitivi en la piazza San Giovani con un colega cuando nada más cerrar la puerta veo a mi padre con el rostro serio y me pregunta sin más dilación: 
-¿has movido la bici de sitio? Me costó unos cinco segundos darme cuenta de que nos la habían robado y que no volvería a verla nunca más...

D.E.P.


-No, no la he movido...
-Pues nos la han robado...
-Pues qué bien...

Y todo nos ha pasado por fiarnos de la gente. 

La bici en cuestión estaba en un cuarto con puerta metálica (de la cual no tenemos llave y por tanto no podemos cerrar) que se encuentra dentro de la comunidad y el cual compartimos con otro vecino (en mi opinión el primer sospechoso); para acceder al mismo hay que abrir el portal, no es que haya demasiados obstáculos para un posible ladrón pero en ningún momento pensamos que dentro de la comunidad nos pudieran quitar una bicicleta. Ahora sabemos que no es algo tan raro... Lo curioso es que en el momento en el que la robaron allí había dos bicis, la mía y la de mi padre, pero solo se llevaron la mía; supongo que fue porque vieron que era por la que más dinero podían sacar.

Una vez asumida la pérdida optamos por lo más lógico que era denunciar el robo en el comissariato. El primer imprevisto fue la impresión de unas fotos de la bici para documentar la denuncia. Un una tienda cercana a casa nos cobraron, o más bien timaron, la friolera de 1€ por cada copia. Me he puesto una alarma para volver en seis meses, cuando sepa más italiano, y volver a pedir tres copias de una foto a ver qué pasa, porque me dio la impresión de que nos vieron pinta de extranjeros y nos la colaron....

El segundo inconveniente que encontramos fue que la comisaría ya estaba cerrada y nos dijeron que pasáramos al día siguiente por la mañana. Pues bien, al día siguiente, bastante temprano, estábamos mi padre y yo allí para formalizar la denuncia. Al entrar nos atendió un carabinieri fornido, fuerte, buenos vamos a dejarlo en gordo, seguramente la última vez que hizo deporte fue en la academia y no quiero imaginármelo en plena persecución callejera... tenía unas patillas cortas y muy espesas al igual que la pelambrera que asomaba por la nariz a la que estaba pegado...un hombre tosco y sin ningún tipo de atractivo, un policía con el mismo sexapil que un ancla de barco...que nos invitó a esperar en unas mugrosas sillas de oficina con ruedas que había en un lateral del hall de entrada; esas típicas sillas con asiento duro, manchas de diferentes tonalidades y respaldo torcido...un potro de tortura 
Después de una corta espera, de unos 60 minutos, entramos en otra sala para relatarle los hechos a otro policía que tenía que redactar el documento. El tema en cuestión parecía bastante sencillo: ¿cuándo la han visto por última vez?, ¿dónde estaba la bici?... El precio de la misma, aun no se por qué motivo, pero no le interesaba saberlo. Nos dijo que eso, si acaso, se lo dijéramos, si había lugar, a la aseguradora (por supuesto no había lugar, no existía ni existe ningún tipo de seguro comunitario). Finalmente, el carabinieri, tras varios errores y rectificaciones consiguió finalizar el documento, el cual imprimió, firmamos, y se quedó una copia con una foto grapada que me temo que él será el único que la habrá mirado...

En resumen, ahora no tengo mi bici, pero si que tengo una denuncia muy chula en italiano que quizás algún día enmarque en mi cuarto.

Y es que dicen que para aprender, perder... pero a qué precio!

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