Nostalgia es la mejor palabra que se me ocurre. Es raro despedirse de un lugar que durante un tiempo ha sido tu casa y en el que has vivido momentos intensos; pero sin duda me quedo con todo lo positivo que me llevo de allí. He conocido muchas cosas nuevas y siento que he crecido mucho más de lo que intuía cuando me iba de casa. Y, además, he aprendido italiano!
Hace prácticamente 3 años que llegamos a Busto Arsizio , en una tormentosa noche de verano que no me pareció el mejor de los recibimientos posibles, pero que a la postre da encanto a toda la experiencia posterior, como si se tratase de la introducción de una fascinante historia.
De Busto me quedo con sus dos plazas unidas por la calle peatonal, con los helados de Sedici Gusti, con la pizza de Pizza Scooter, de Mimmo Due y de La Fabbrica, con el aperitivi; me quedo con su Carnevale Bustocco, con el ambiente en las calles de los jueves de verano, con el mercato de los jueves y sábados donde tantas veces he ido con mi madre a comprar olive gaeta, mais picante, pomodori... Me quedo también con la scuola de italiano donde tanto he aprendido, y con la lluvia, que tantas veces he observado a través de la ventana mientras leía, escribía, escuchaba música, o veía la televisión, especialmente la lluvia de octubre y noviembre.
De Italia me ha enamorado el idioma, el helado, la pizza, la pasta (en cualquier supermercado hay varias decenas de tipos diferentes!) Roma, Florencia, Venecia, Jovanotti...
Con especial cariño recuerdo las visitas de amigos y familiares. Siempre han sido momentos de risas y alegría que serán muy difíciles de olvidar. Cuando estás lejos de tu casa este tipo de visitas son como refrescantes chapuzones en calurosas tardes de verano.
Pero todo llega a su fin. Es el momento de pasar página para seguir escribiendo las que todavía están en blanco.
Cierro una puerta a través de la cual escucho la risa lejana de un niño, me doy la vuelta, y a través de la lluvia me dirijo a un destino desconocido y lleno de oportunidades.
Ci vediamo presto Italia!
