sábado, 17 de enero de 2015

Tiempos de sueños


Miro la copa que sostengo en mi mano, como el conductor que, absorto en sus pensamientos, mira el semáforo esperando la señal para reanudar la marcha; suena una melodía de Jimmi Hendrix que me evoca los tiempos de sueños y cambios en los Estados Unidos de los años 60, mientras me pregunto si todo esto ha merecido la pena. 

Casi como en un acto reflejo, como quien da la razón por pura dejadez, me digo a mi mismo que, por supuesto, ha valido la pena; siempre compensa o al menos intento convencerme de que es así, de que puedo encontrar el lado bueno en toda esta historia.

Cierro los ojos, como el niño pequeño que para esconderse se tapa la cara con sus pequeñas manos, creyéndose a salvo de todas las miradas, y río hacia mis adentros. Me invade una sensación, ya familiar, de quien ve por enésima vez la misma película esperando que en algún momento pase algo distinto a pesar de estar convencido de que nada diferente sucederá. El guión está escrito y quizás yo sea uno de los actores atrapados en esas escenas.

Como quien se equivoca de andén y sube al tren incorrecto tengo dos opciones, esperar a que el tren pare y entonces decidir qué hago, o bajarme en marcha arriesgándome a quedar maltrecho por el fuerte golpe, para volver a la estación con la intención de poner rumbo al destino deseado...

Vuelvo a abrir los ojos y miro alrededor. Veo fracasos, triunfos, soledad, ilusiones, bondad, pasiones, temor, valentía, amor, alegría... Todo sigue su curso natural.

Quizás por ahora me conforme con rememorar todo lo que pasó hasta que asuma que no fue un sueño. Es posible que con eso no sea suficiente,  no lo sé.

Apuro mi copa y con el último trago salgo y me enfrento a un gélido frío invernal que me hace olvidar que hubo un momento en el que quise más de lo que era aconsejable lo cual me hace sentir más vivo que nunca. 

Me bajo de este tren, me salgo de esta escena que siempre se repite y no vuelvo a mirar atrás.

domingo, 4 de enero de 2015

Templo Sagrado


Como hago tras cada derrota
vuelvo a mi templo sagrado
a curar mi alma rota 
y calentar mi corazón helado.

Ancestrales cuentos ya casi olvidados
vienen de nuevo a mi mente,
hablan de jóvenes enamorados
anticipando el futuro y negando el presente.