sábado, 15 de noviembre de 2014

La Fontana


¿Por dónde podía empezar?

El primer paso lo había dado ya atreviéndome a ir solo a La Fontana en medio de una noche iluminada únicamente por la Luna. Mis únicas armas eran una palanca metálica que pensaba utilizar para abrir la puerta y una linterna de LED que siempre llevaba en mi coche. Por fortuna la palanca no fue necesaria puesto que la puerta no estaba cerrada con llave, pero eso me hizo pensar que quizás hubiera alguien dentro que hubiera utilizado la construcción abandonada a modo de refugio...en ese caso la palanca podría volver a serme útil.

Cuando entré en la casa de campo me invadieron sentimientos de rabia, pena y tristeza. Lo único que permanecía invariable era la estructura de la misma, pero todo lo demás había desaparecido sin saber cómo ni cuándo. Sin apenas esfuerzo podía recrear la situación exacta de todos y cada uno de los muebles que allí había visto en mi juventud. La mesa alargada de madera en el centro del comedor, los sofas alrededor de la chimenea, el cuadro que había sobre la misma, la lámpara de hierro forjado que colgaba del techo... 

Por la espesa capa de polvo que había doquier, las telarañas en techo y puertas, y un olor a medio camino entre la humedad y la leña seca, hubiera dicho que la casa llevaba varios años cerrada. Imaginaba que ya no pertenecía a la familia y que, por tanto, en algún momento encontraron comprador (esperaba, al menos, que el precio hubiera sido razonable).

Un escalofrío de anhelo e impotencia me recorrió el cuerpo de pies a cabeza, ¿qué había sido de todo aquello desde que perdí el contacto? ¿cómo habían llegado las cosas a ese estado actual tan lamentable? Lo desconocía pero tenía la convicción de descubrirlo. De hecho éste era uno de mis principales objetivos de haber vuelto. La monotonía de mi vida en los últimos años había llegado a provocarme tal falta de motivación e ilusión que ahora estaba en un estado de éxtasis ante el reto de averiguar qué había sucedido con aquella casa de campo en la que tan buenos momentos había pasado junto a personas que durante un periodo de mi vida lo fueron todo.

Tenía que pensar qué hacer ahora. Piensa. Busca algo y quizás encuentres, pero ¿qué busco? 
De forma casi instintiva presioné los interruptores de la luz del comedor donde sabía que estaban; es de esas cosas de una casa que nunca olvidas donde están porque nadie los mueve nunca. Como era de esperar no ocurrió nada. Entonces comencé a registrar la casa dirigiendo el foco de luz de mi linterna de una rincón a otro de la misma. Tras unos minutos sin encontrar nada más que algunas arañas y mucho polvo, me pareció ver que algo sobresalía en la repisa de la chimenea. Quité la capa de suciedad más superficial y cogí lo que parecía un pequeño trozo de papel cortado con las manos de un cuaderno con cuadrícula. Soplé sobre el papel intentando ver algo más nítidos los trazos que se empezaban a intuir sobre el papel. Parecía una serie de números, seguramente un teléfono movil, pensé cuando comprobé que el primer número era un seis y el total de dígitos, nueve. ¿A quién pertenecería ese número? ¿Sería del último propietario de la vivienda? Tendría que llamar para comprobarlo, pero eso ya tendría que ser mañana puesto que en ese momento mi reloj marcaban las 2:11 de la madrugada. Guardé el papel en el bolsillo trasero de mi pantalón y terminé de inspeccionar el resto de la casa sin ningún hallazgo que pudiera darme alguna pista más; la casa estaba desierta.

Salí y respiré el aire fresco de aquella noche de finales de octubre. Miré al cielo y localicé la Osa Mayor como solía hacer cuando era pequeño y jugaba con mi padre a ser el primero en encontrarla. Siempre me había fascinado la inmensidad del universo y la sensación de insignificancia que solía sentir al mirar aquellos diminutos puntos de luz en el firmamento. Era una inquietante sensación de paz y tranquilidad.

Deshice el corto camino previamente andado para llegar a mi coche, puesto que la casa se encontraba cerca de una carretera que en diez minutos te hacía llegar a la ciudad, y puse rumbo al hotel donde me alojaba.