domingo, 5 de abril de 2020

Hacer la compra no es aburrido

Llegó el día de salir a la calle. Hace unos meses nunca hubiera pensado que estaría escribiendo esto, pero aquí estamos. Han pasado tres semanas exactamente desde la última vez que pisé aceras y asfalto y pero esta vez la sensación es muy distinta.

Como el explorador a punto de partir a selvas vírgenes del amazonas me dispongo a repasar mi equipo.
  • Lista de la compra (bolsillo derecho del pantalón) correcto.
  • Tarjeta de crédito, DNI y gel desinfectante (bolsillo izquierdo de la chaqueta): correcto.
  • Móvil (bolsillo derecho de la chaqueta): correcto. *Nota: no usar salvo necesidad.
  • Mascarilla FFP2 en su sitio, tras varios ajustes. *Nota, me oprime nariz y me abre extrañamente los ojos. Está muy lejor de ser agradable y cómoda.
  • Guantes de látex, cubriendo reloj e inicio de mangas: correcto.
No veo lagunas en mi plan y me decido a salir de casa con el carro, camino del supermercado. Los primeros pasos en la calle me hacen pensar en la tranquilidad del ambiente. No se oyen coches, si acaso pájaros y palomas, y la calle está desierta salvo algún intrépido o intrépida que, como yo, sale, presumiblemente, para hacer la compra. El cielo está completamente despejado, mostrando un azul que hoy, extrañamente, me provoca nostalgia y optimismo. 

Al llegar a mi destino, un pequeño nuevo universo se abre ante mi. Lo primero que hago al entrar es buscar urgentemente las servilletas y el dispensador de gel desinfectante que me han dicho que debía haber. En un primer momento me da la impresión de que no queda papel. Falsa alarma, si que hay. Encadeno mi carro y me dispongo a coger papel y gel para desinfectar el asidero del carro. El siguiente paso es coger guantes que el supermercado pone a disposición de los clientes y que obliga a utilizar aunque lleves los tuyos de casa, en cuyo caso te los pones encima.
-¡No quedan guantes!-exclama una señora a mi lado.
Echo un vistazo y compruebo que si que quedan. Maldita mi suerte cuando veo que solo queda uno. Hábil e instintivamente lo cojo, me lo pongo y quedo a la espera. La mujer, impaciente, vuelve a dirigirse a cajeras y al vigilante de seguridad para saber qué tiene que hacer.
-Señora, ahora traeremos más-le contesta un joven cajero- espere ahí, por favor.
-Mira, estos me los acabo de poner nuevos- dice la señor levantado sus dos manos en un gesto que me recuerda al juego de los cinco lobitos.
La espera se alarga alrededor de cinco minutos donde me da tiempo a observar una gran espectro de compradores. Algunos de ellos (demasiados) sin ningún tipo de mascarilla, otros que no guardan la distancia de seguidad de un metro...en general rostros más serios de lo habitual, incluído el mío,  oculto esta vez bajo la mascarilla.
-Esto parece una guerra, no lo entiendo-dice un señor mayor a mi derecha, pertrechado con unos guantes de fregar azules, con un claro gesto de estar cansado de esperar.
-Oye, pero, ¿vienen esos guantes o no? que llevamos aquí más de diez minutos-dice la señora de antes.-¿Nos vamos a casa o qué?-espeta.
Finalmente una cajera toma la iniciativa y para cortar la escalada de tensión reparte guantes de la fruta a las cuatro o cinco personas que estábamos esperando. Cual buitres, enseguida todos se acercan a por su preciado tesoro.


De esta guisa, con un guante negro en la mano derecha y otro transparante talla XXL en la izquierda, soy admitido. Como había planeado, consigo hacer un recorrido bastante eficiente, muy diferente a cualquier otro día de compra y haciendo ciertas las estadísticas que he escuchado en el telediario acerca del incremento de consumo de cerveza. Llego a la primera caja que veo vacía y me acerco decidido a descargar mi carro.
-Oye, ¡me toca a mi!-me dice alguien desde atrás con tono indignado.
Me giro y veo a una persona que está esperando a cuatro metros de la caja. Acto seguido miro el suelo y veo las típicas marcas que estamos acostumbrados a ver en los bancos de "espere su turno", pero que esta vez dicen algo sobre la distancia de seguridad. En mi cabeza pienso que cada línea debería representar una distancia de un metro, pero esta persona ha decidio ponerse al final del todo, donde acaban las cuatro o cinco líneas del suelo. Cuanto menos curioso. 
-Pasa pasa, no hay ningún problema-le digo con serenidad.
-Distancia de seguridad-dice dirigiéndose a mi, con un toque de indignación.
-Si, pero no tanta-le contesto dirigiendo mi mirada desde la caja a su posición.

Finalmente coloco mis artículos por orden de peso y dureza, para luego llenar mi carro en ese mismo orden y que arriba del todo pueda colocar lo más delicado. Cuando he terminado de colocar todo en la cinta, la mitad de los artículos están ya esperando a ser recogidos, así que salgo corriendo para dejar el carro del supermecado en su sitio y desencadenar el mío para proceder a cargarlo. Siempre me pasa lo mismo, creo que llevo sitio de sobra y al final lo consigo cerrar por los pelos.
Hago memoria...bolsillo izquiero de la chaqueta, tarjeta de crédito. Pago y me voy.

Mi aventura se acerca a su fin pero cuando llego al portal me espera la última sorpresa. Una vecina totalmente despreocupada, sin mascarilla, ni guantes, pero si con perro, se ofrece a ayudarme con la compra. Declino educamente su ofrecimiento.
-Oye que no estoy infectada-me dice medio riéndose, medio indignada.
-¿Y si le dijera que yo si puedo estarlo?-le digo mirándola a los ojos.
Su expresión cambia en una décima de segundo e instintivamente se aleja medio metro más. A los pocos segundos, como alma que lleva al diablo, la veo desaparecer escaleras arriba con su mascota.

Finalmente entro en casa. Me quito la mascarilla y la meto en una bolsa; me quito los guantes con cuidado y los tiro a la basura. Resoplo con alivio y con la sensación de haber cumplido la misión.
Aún me queda desinfectar aquello que haya tocado directamente y que necesitamos consumir o bien sea fresco y tenga que estar en la nevera. El resto de la compra, junto con las llaves, DNI y ropa, lo dejaré en la terraza un par de días.

Y ahora que nadie me diga que hacer la compra es un aburrimiento.