sábado, 21 de marzo de 2015

Un día cualquiera



Hay días en que los astros se alinean y todo sale al revés. Al parecer, aquella jornada Júpiter se había  alineado con Saturno y Venus y no había nada que  pudiese remediar tamaño acontecimiento.

Me di cuenta cuando al sacar la taza del microondas, mi mano, dirigida por alguna fuerza exterior e invisible provocó un accidente con vuelco en el interior de aquel electrodoméstico del demonio. Miré el reloj y comprobé que casi con toda seguridad perdería el autobús. No tenía demasiado tiempo así que adecenté aquello con una balleta dejando la limpieza a fondo para otro momento.

El día apenas acababa de comenzar, eran las 8:30 y me dirigía a buen ritmo a la parada del autobús. Cuando ya tenía la marquesina a la vista, volví la mirada para comprobar que el vehículo que me tenía que llevar al trabajo acababa de doblar la esquina y se dirigía a la parada a toda velocidad. Eché a correr lo más rápido que pude, en un alarde de reflejos y velocidad. Una carrera rápida y confiada con la que lograría enderezar el mal comienzo de aquella jornada. En la primera de mis atléticas zancadas, mi pierna derecha se encontró con un obstáculo inesperado: mi pie izquierdo estaba pisando los cordones del zapato de mi pie derecho. En fin, todo un espectáculo. A partir de ese momento todo sucedió a cámara lenta, al menos para mi. Mi cuerpo perdió el equilibrio y cual velocista a punta de traspasar la lines de meta, me abalancé hacia una linea imaginaria cayendo de bruces torpe e irremediblemente.

Lo peor de todo fue la caída ya que el dolor físico no fue nada comparable a la herida en mi amor propio. Disimulé lo mejor que pude y supe, levantándome del suelo como un resorte, pero ya era tarde. Todas las miradas me escudriñaban pegadas a la mampara de aquel autobus, muchas de ellas esbozando amplias sonrisas en las que no pude encontrar ningún tipo de ánimo ni consuelo a pesar de tratarse de compañeros de trabajo.

Ya se podía decir abiertamente, que aquel día hubiera sido mejor quedarse en la cama.

A eso de las 18:30 ya estaba de vuelta en casa. Entré en el portal y allí, un día más, estaba el portero de la comunidad.

ODA AL PORTERO

Mirada perdida en el infinito,
cara roja y algo hinchada, 
bajo el mostrador guarda un litro
y cuando le saludas no dice nada.

Portero, portero,
portero de la portería, 
el día que limpiases algo,
una gran fiesta te haría.
Estaba el edificio en calma,
la cerveza estaba bien fría,
Al portero que en tal signo nace,
no solo le gusta el tequila.

Me disponía a entrar en el ascensor cuando me percaté de que uno de los ancianos vecinos acababa de entrar al edificio. Desconocía su nombre a pesar de los años que llevaba viviendo allí, pero decidí esperarlo cortesmente con la puerta del ascensor abierta. La velocidad a la que se acercaba aquel hombre digamos que era difícil que fuese menor de la que era y creo que el ascensor también se percató de aquello puesto que comenzó a emitir unos impacientes pitidos.

Una vez se cerró la puerta y a la altura del primer piso comencé a percibir cierto aroma. Quizás impulsado por la carrera desde la puerta del edificio a la del ascensor, aquel gas salió de su escondite para inundar el cubículo donde me nos encontrábamos, frente a frente, mi vecino y yo. Tenía la certeza de que yo no era responsable de aquel ataque deliberado con lo cual todas las sospechas recaían sobre la única persona presente aparte de mi. Nos quedaba un largo trayecto hasta el séptimo piso, con lo cual el tiempo iba a ser más que suficiente para catar aquel presente en estado gaseoso. Lo más sorprendete fue la mirada inquisitiva que me dirigió aquel hombre, atribuyéndome la autoría de semejante delito.

-Oiga que yo no he sido- le dije ya algo mosqueado.
-Ya claro, entonces quiere usted decir que he sido yo, ¿no? Vamos hombre, qué falta de civismo y educación. La juventud de hoy en día no tiene ningún tipo de respeto. ¡Y encima mentiroso!

Entré en casa con la sensación de impotencia de quien es acusado de algo y no puede demostrar su inocencia. Cené y me acosté lo antes que pude deseando que aquel día pasara a la historia lo antes posible. Así. abosorto en diferentes métodos para demostrar mi inocencia por una parte y en formas de vengarme de aquel vecino por otra, caí en los brazos de Morfeo, en un sueño largo y reparador.